martes, 20 de septiembre de 2011

Presencia de Ausencia




Decían los médicos que
acunada por los mórficos,
su alma volaba sola.
Y yo,
que la miraba con ojos niños,
sentía que ese sueño
no era más que la mordaza
que ahogaba el dolor de su cuerpo.
Sentía,
que se me iba escurriendo
entre los dedos,
lo mismo que a mi niñez
se le escaparon los años.
Ahora,
cuando la presencia de
su ausencia se hace patente
llenando de lágrimas
mis horas grises,
un susurro se escapa
entre las gotas de sal
que, nacidas en mis ojos,
proclaman su nombre:
-Abuela, ¿dónde estás, abuela?