sábado, 25 de enero de 2014

Amistad a los cuarenta-Ana Pérez Cañamares














Aquella amistad de los quince años
abonada con cáscaras de pipas
regada con el cloro de las piscinas
florecida en descampados y parques

aquella amistad eterna no volverá.

Y hay tardes en que el teléfono no suena
y parece que todos los amigos han muerto
o están lejos o demasiado ocupados
en sobrevivir.

Pero un día: alguien en su silencio
en su mirada de sobreentendidos
se convierte en portador del milagro.

En él la tristeza del superviviente
se parece tanto a la alegría
que no hay entre ellas ninguna diferencia.

Su casa abierta huele a piscina.
Y compartimos como pipas las cervezas
y las jarras son trofeos a los que vencimos
en tardes silenciosas la tentación del abandono.

Alfabeto de cicatrices / Baile del Sol